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Pasando el rato en Río Bravo

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En un ensayo sobre la importancia del lenguaje como parte de la acción en Río Bravo (otra película de Howard Hawks en la que los personajes hablan sin parar) Richard T. Jameson contrapone dos escenas sin diálogo: la primera de la película, que es muda, y la escena que encabeza esta entrada:

[...] Hay otro intermedio en la película que trasciende el lenguaje. Es la escena en la cárcel en la que la comunidad de defensores, ahora unidos y seguros los unos de los otros, decide cantar una canción. Hawks eligió en su reparto a dos cantantes, uno un intérprete consagrado, el otro un prometedor aspirante, para los análogos papeles de dos pistoleros que intentan conseguir el visto bueno y la admiración de John T. Chance [John Wayne]. Ya no hay rivalidad. Dude (Dean Martin) y Colorado (Ricky Nelson) se complementan cantando e incluso le dejan al aficionado de Stumpy que acompañe, porque es una de esas canciones en las que no hace falta una buena voz, sino entusiasmo y compañerismo. “Papá” Chance se mantiene al margen pero no excluido; observa, ve lo bien que lo hacen, se entretiene. Esta aparentemente gratuita escena, esta descarada subordinación de las identidades reales de los actores, es una de las más bonitas de Hawks, y encaja de forma muy concreta dentro de la estructura de esta incontestable obra maestra.

Pero Jameson no aborda el porqué esa escena “es una de las más bonitas de Hawks”. Nada sucede, y lo poco que aprendemos nuevo de los personajes (conocen las mismas canciones populares) no tiene peso en las decisiones que han tomado ni en las que vendrán después. Y sin embargo, cuando Chance se acerca al oír a Dude entonar (una invitación tanto para él como para nosotros espectadores a dejar nuestras cosas, esto es, la trama, y escucharles) la sensación es la de entrar en una habitación en la que viejos amigos cuentan anécdotas compartidas.

¿Cuántas veces parece que los protagonistas de una película sólo existen como mecanismos de la trama, que desaparecen con ella, que no tienen vida más allá de los conflictos que se nos presentan? Esta escena de Río Bravo, que a todas luces de los gurús del guión sobra, nos cuenta sin embargo que las aventuras de la película no son ni las primeras ni las últimas de estos personajes, que sus vidas rebasan los límites de las dos horas y media de metraje. Al permitirnos estar con ellos y su música sin más, al mostrarnos una faceta desconocida que no entrará en juego en la historia, se nos invita a imaginar el resto de una gente y un lugar demasiado complejos como para abarcarlos aquí. Dude, Colorado y Stumpy cantando en la carcel, mientras Chance les observa divertido, arroja algo de luz sobre un misterio recurrente en las películas: ¿Qué hacen los personajes cuando no les estamos mirando? La mayoría, nada. Otros cantan, rodeados de amigos, para compartir vivencias y anhelos, para olvidar por un instante sus problemas, y para pasar el rato.


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