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Efectos primarios y secundarios

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Todavía estáis a tiempo para ver en el cine Efectos Secundarios, la última película de Steven Soderbergh. Soderbergh viene diciendo que lo de última, además de más reciente, significa también que ya no hay más; si es verdad, habrá dejado un puñado de buenas películas (Traffic, Un romance muy peligroso, Bubble, Ocean’s Eleven) a las que hay que sumarle ésta, en una carrera prolífica y heterogénea como pocas en Hollywood.

Efectos Secundarios me gustó mucho, para mi sorpresa. Consigue exponer su tema con interés sin restar protagonismo a la trama ni dejar de ser entretenida, algo raro de ver en el género (el último ejemplo que recuerdo, El escritor). El guión mantiene este difícil equilibrio sobre una finta a mitad de película entre dos sub-géneros de thriller bien distintos: el de la ‘mujer enajenada’ (“Crazy Lady” como apunta Bordwell) con un toque del de ‘individuo versus corporación’, y el del ‘falso culpable’. El quiebro es tan ágil que sólo me di cuenta bien entrado el último acto, cuando reparé en que mi sensación de intriga tenía los matices cambiados.

Jude Law breakfast

Me alegré además de que la película fuese otro exponente de la importancia dominante de la coherencia sobre la verosimilitud. En Efectos Secundarios las idas y venidas pueden no ser verosímiles, esto es, poco probables en el mundo real, pero fluyen sin problema porque tienen sentido dentro del universo de la película. Soderbergh y Scott Z. Burns enlazan motivos y claves con el énfasis justo para que pasen desapercibidos y a la vez cohesionen el conjunto: la eufórica exhalación de Martin después de hacer el amor, por fin, con su mujer (“¡El que haya inventado estas pastillas se va a hacer millonario!”) es curiosamente premonitoria; el bolígrafo de Ablixa, que la primera vez no vemos en primer plano; las cejas de Catherine Zeta-Jones; el uso ambiguo de la frase “La depresión es la incapacidad de construir un futuro”; la también ambigua noción de “Ponerse mejor”; el eco entre los planos que abren y cierran la película.

Al final, por el precio de una entrada, tenemos de primeras una historia emocionante y, de paso, una meditación sobre qué es estar cuerdo y qué sano, y de qué somos capaces en ambos estados con la motivación adecuada. Es un buen trato.


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