Una de las películas que espero con más ganas de las que se estrenan este año es Public Enemies. En la mayoría de los casos en los que se generan grandes expectativas en mi molondra alrededor de un estreno próximo, el motivo es el director; Public Enemies no es una excepción: lo que anhelo es ver la próxima de Michael Mann.
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De Mann he visto todas menos Ali. Si bien no me aburre ninguna, tampoco estoy entre sus incondicionales. A diferencia de mi amigo y flamante ganador de la tercera edición de C?NEnigma Harry_Callahan, que es a Mann lo que una adolescente media de los 60 a los Beatles, a mi no me ha convencido plenamente. Quiero decir que no entra en la liga de los grandes directores norteamericanos (aún).
Atenta la compañía: los inconvenientes del cine de Mann que considero a continuación no están expuestos desde un punto de partida mediano, sino con la perspectiva que busca la excelencia desde lo muy bueno.
Mi problema con Mann creo que se puede resumir así: sus historias no son sólidas, ofrecen un pobre contraste con la calidad de la imagen. No quiero decir que sea un problema de fondo, porque es de forma. Es cómo narra en niveles inferiores a la dirección, muchos más flojos que ésta, como si el esplendor y la belleza de un edificio dejasen ver un pobre acabado interior por sus ventanas. Una de las causas de este escollo es la falta de coherencia. Veamos un ejemplo:
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Collateral sufre de incoherencia, y mucho. No inverosimilitud, que hay gente a la que le molestan cosas como la improbable escena de la discoteca mientras que a mi me la trae al fresco. Puede ser inverosímil que el personaje de Tom Cruise sea como es pero, una vez aceptada la premisa, lo que verdaderamente me molesta es que no sea consecuente, no con un ‘standard’ de malo de película, sino consigo mismo.
Miami Vice, que consecuente es un rato, no tiene sin embargo personajes tan fuertes como los de Collateral. La historia se diluye un poco entre una avezada dirección digital que es la verdadera protagonista, consiguiendo imágenes preciosistas y una acción diáfana y espectacular de conflictos semi-interesantes. Con todo, es magnífica.
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Ladrón es su mejor película, la más completa y armónica, y curiosamente la primera que hizo. No hay peros de ninguna clase, lo que pasa es que un largometraje cojonudo, que no una gran película, no te convierte en director referencia. Las grandes películas te cambian los esquemas en muchos sentidos, por eso lo que deseo de verdad es encontrarme el 3 de julio con semejante peliculón que me haga revisar lo que opino de la filmografía de Mann. Pocas cosas me gustan más que incluír otro director en mi abstracta lista de “fundamentales”.
Os dejo el tráiler por si queréis verlo. Yo paso.